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LLAMADOS A LA COMUNIÓN CON EL PADRE, EL HIJO Y ESPÍRITU SANTO!


La primera Epístola de Pablo a la iglesia de los Corintios, la escribió desde la ciudad de Éfeso. Los creyentes corintios en aquella población marítima en la provincia de Grecia habían sido enriquecidos en todas las cosas, a tal modo que nada les faltaba en ningún don (1 Co 1:6,7). Pero, a la vez, era evidente cierta carencia en cuanto al conocimiento pleno del verdadero evangelio. Hizo falta toda una epístola para tratar de arreglar lo desordenado y confirmar a los creyentes en el fundamento de la verdadera fe. El propósito de Dios era revelarles su llamado. Por eso, les invito a ver este peculiar llamado de Dios a los creyentes. Primero, en 1 Corintios 1:9, Pablo exalta la fidelidad de Dios para con los creyentes. Los escritores del Nuevo Testamento tuvieron una gran revelación sobre dicha fidelidad. Por ejemplo, al hablar sobre la seguridad de nuestra salvación, el escritor de Hebreos cita la promesa de Dios al padre de la fe, al decirle: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. Abraham esperó con paciencia y alcanzó la promesa. De esta manera, Dios mostró abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo. Si inmutable es la promesa, también lo es el juramento divino. No hubo nadie mayor que Dios por quien él pudiera jurar, así que, juró por sí mismo. Por tanto, lo inamovible de la promesa divina y su juramento acerca de nuestra salvación, nos deben hacer sentir un fortísimo consuelo, una vez que hemos acudido para asirnos de la esperanza que está puesta delante de nosotros. Debido a que Dios es fiel, nuestra esperanza es una segura y firme ancla del alma, la cual penetra hasta dentro del velo, hasta el Lugar Santísimo, donde Jesús entró por nosotros como precursor y donde permanece como nuestro Sumo Sacerdote para siempre (Ver He 6:13-20). Ese es el mismo concepto que nos enseña 1 Corintios 1:9. Dios, haciendo uso de su fidelidad, nos ha llamado a la comunión con su Hijo Jesucristo. No solo esto, sino que, En segundo lugar, el llamado es hecho personalmente por Dios mismo. El Padre es el arquitecto de la obra del Evangelio eterno, pues fue en la eternidad que el plan de nuestra salvación fue diseñado (1 P 1:19,20). Pablo revela aquí que en el programa de Dios está permitir a los creyentes alcanzar una comunión plena con su Hijo Jesucristo. El evangelio es el llamado de Dios al hombre a alcanzar este privilegio que Adán disfrutó, pero que el pecado original cortó. Desde entonces, todo hombre nace destituido de la gloria de Dios (Ro 3:23), así que, también, inhabilitado para lograr por sí mismo una vida espiritualmente plena. Pero cuando Cristo cargó con nuestros pecados y murió en la cruz, pagó el precio de nuestro rescate (1 Co 6:20; 7:23). Él fue sepultado y resucitó al tercer día (1 Co 15:3,4), ascendió a la diestra del Padre (Hch 1:9) y ahora, por el camino nuevo y vivo que nos abrió a través del velo (He 10:19-22), los creyentes tenemos el privilegio de la comunión con nuestro Salvador y Señor. Es Dios quien nos llama a ese acceso maravilloso. En tercer lugar, no es un llamado exclusivo a algunos creyentes, sino a todos. Por el versículo 9 sabemos que todos los que han nacido de nuevo tienen acceso a ese privilegio de comunión con el Señor. La vida cristiana no fue diseñada por Dios para creyentes aislados del cuerpo de Cristo. Nadie puede aprovecharse de las bendiciones de Cristo, que es la cabeza, y, a la vez, despreciar la iglesia, que es su cuerpo. El diseño del Padre Fiel es que nosotros también, como piedras vivas, seamos edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo (1 P 2:5). Cada creyente es una piedra viva, y todas las piedras vivas son edificadas como parte de la casa espiritual, que es la iglesia. De esta manera, todo creyente nacido de nuevo es bautizado por un mismo Espíritu en el cuerpo de Cristo (Ver 1 Co 12:13). Eso justifica que el llamado a la comunión con su Hijo es para todos los que hemos sido adoptados por el mismo Padre celestial. Las bendiciones espirituales de Dios son otorgadas al cuerpo de Cristo, sin exclusividad. Finalmente, ¿cuál es el llamado en sí?Es a la comunión con su Hijo Jesucristo... Desde los primeros pasos en el Camino somos enseñados que justificados… por la fe, tenemos paz para con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo (Ro 5:1). Cristo es nuestra paz (Ef 2:14); él hizo la paz mediante la sangre de su cruz (Col 1:20). Por tanto, el alcanzar la paz con Dios es una muestra que hemos sido reconciliados con él (2 Co 5:18). A tal manera este acceso a Dios es nuestro derecho en Cristo, que se nos invita: Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia…(He 4:16). Ahora, el término comunión Define algo mucho más íntimo que una mera asociación. En su ministerio público, Cristo tuvo a muchos que se asociaron con él y hasta lo admiraban, como fue el caso de Nicodemo (Jn 3:1-2). Otros se asociaron por la conveniencia de haber sido alimentados milagrosamente por el Señor (Jn 6:26). Algunos venían a él para ser sanados de sus enfermedades (Lc 6:17 b). Pero en medio de los millares que le seguían, el Señor tenía discípulos. De eso trata Mateo 5:1: Viendo la multitud, subió al monte, y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Primero, una multitud, luego, sus discípulos. Los discípulos estaban primero entre la multitud, pero salieron de ella y subieron a oír a su Maestro. Las iglesias locales funcionan igual. Hay gente asociada a la iglesia, pero que no está en comunión con Cristo. Sin embargo, el llamado de Dios todavía es a una comunión de amigos entre los creyentes y su Señor. Para enseñarnos más sobre lo que es comunión, Cristo se ilustró a sí mismo con la vid y a sus discípulos con los pámpanos. ¿Habrá algo más íntimo que la vid y sus pámpanos? La vid les da silenciosamente su vitalidad a los pámpanos. La savia de la vid llega a los gajos sin que el ojo humano puede grabar el proceso. Es intimidad de la mayor categoría. Por eso, Cristo les dijo a sus discípulos: Os he llamado amigos, y los trató en esa intimidad de tal manera, que todo lo que él oía del Padre se lo daba a conocer a ellos (Jn 15:1-8,15). La vida cristiana es deleitosa cuando el creyente ha hecho de su relación con Cristo algo también deleitoso. Si hay relación, también debe haber comunión, y cuando hay comunión, entonces se experimenta vida. De esa comunión de los creyentes con Cristo, Pablo dijo: … el que se une al Señor, un espíritu es con él(1 Co 6:17). Amados, necesitamos aprovechar los privilegios gloriosos que el Padre celestial nos ha dado en Cristo. No debemos quedarnos por debajo del nivel en el propósito divino de llevarnos a la comunión con su Hijo, nuestro Señor. Debemos cuidarnos de los afanes, los cuales amenazan ahogar la Palabra que ha sido sembrada en nuestro corazón (Ver Mt 13:22). Dios nos ha llamado a algo mucho más sublime, excelso y alto, a la comunión con el! Pastor Victor & Carolina Amador

PC: Photo by Nathan Dumlao on Unsplash

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